Quod sine die
Quod sine die
Llegó, de un modo inesperado,
una fría mañana de enero
(después de las dentelladas de los lobos,
de vagar por veredas y senderos)
y se acurrucó contra mi pecho.
Creyó, húmedos sus ojos,
que yo era su caballero,
el príncipe azul que poblaba sus sueños;
cuando yo regresaba entonces
cansado de mis sueños,
cuando era otoño en mi tiempo,
cuando mi frío era intenso.
Fue entrando despacio en mi espacio,
fue llenando de tiempo mi tiempo,
fue dándome un sitio (que a veces ni tengo)
y un día comprendí
que aquello era bueno.
A veces, aún tiembla
cuando la abrazo en silencio.
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